Página 2 de 6

LA VIDA ES DURA O LA FRUSTRACIÓN INNECESARIA

“Vivimos en una Sociedad, donde desde la más tierna infancia, se nos enseña a soportar la frustración. Existe la creencia generalizada, de que si no hay frustración marcada por los adultos, los bebés y los niños, no logran tener ningún límite a su demanda y como consecuencia, devienen en sujetos anti-sociales y no adaptados.” Yolanda González
Nos pasamos el día frustrando a los niños. Desde que nacen escuchamos frases como «no le cojas tanto que se acostumbra«, «no le des tanta teta que te usa de chupete» que no quieren decir otra cosa que: no respondas a sus necesidades primarias, contacto, alimento, succión… que se te subirá a la chepa y tienen que aprender, rápido y desde bien pequeños que la vida es dura.
Después los bebés crecen y seguimos frustrándolos. No le dejo eso, le pongo muchos límites y le digo a todo que no. Que aprenda que no todo puede ser, que la vida no gira en torno a él, es que la vida es así, tiene que aprender a frustrarse.
Efectivamente, la vida es dura y está llena de frustraciones. Y todos queremos que nuestros niños aprendan a tomarse las cosas bien y que no hagan un mundo de todo. Pero es que a tolerar la frustración no se enseña frustrando al niño. Lo que esto consigue es que el niño se enfade cada vez más porque verá el mundo como un lugar hostil donde nada puede conseguir. En cambio si veo que puedo lograr cosas, eso me hará una persona segura y por tanto que tolera mejor las frustraciones. (Hablaré próximamente del tema de la autoestima, que está muy relacionado con esto.)
El mundo está lleno de límites que el niño se va a ir encontrando a lo largo de su vida, hay muchas cosas que le frustrarán, la vida es de por sí bastante frustrante así que no necesita que añadamos ninguna más. Imagínate que en el trabajo cada vez que fueras a hacer algo no te dejaran, que te regañaran constantemente, que te castigaran, que constantemente te hicieran esperar… ¿Cómo crees que tolerarías la frustración en un entorno así?
Un niño al que apenas se le dice que no, que tiene sus necesidades cubiertas, aceptará mejor cuando algo no pueda ser, confiará más en el adulto y en su criterio que si no le dejamos hacer nada. Sentirá que él también es escuchado y aunque esto no nos libre de rabietas normales si ayudará a que sean en menor cantidad.
Decimos a los niños que tienen que esperar, muchas veces no queremos darles las cosas rápido con la intención de enseñarles, para que aprendan que no todo es YA. Y es lo mismo, los niños los tres primeros años están en etapa egocéntrica, con lo cual no entienden de esperar. A partir de ahí, y no de un día para otro, podrán cada vez esperar más y ser más pacientes. Es un proceso, que como todos, (control de esfínteres, andar, empatizar…) no se enseña, se adquiere con la madurez. No tenemos que hacer nada. Podemos darles las cosas cuando nos las pidan sin miedo a estar creando monstruos impacientes.
¿Significa esto que tenemos que darles todo a los niños y evitar cualquier esperar? Evidentemente que no. Hay límites que obligatoriamente tendremos que poner, pero son pocos (en el coche hay que abrocharse por ejemplo) y habrá veces que por circunstancias no podamos darles lo que quieren ya mismo, (la comida aún no está lista), pero eso nada tiene que ver con frustrarles o hacerles esperar con el propósito de que aprendan algo. Será además duro para ellos, agotador para nosotros y una gran pérdida de tiempo porque no habrá servido de nada. Bueno sí, les hará creer que la vida es más dura de lo que es en realidad y por tanto a tolerar peor la frustración, justo lo contrario de lo que pretendíamos.

UNA CRÍTICA A LA PEDAGOGÍA WALDORF

“Cuando muy niños, no necesitamos cuentos de hadas, sino simplemente cuentos. La vida es de por sí bastante interesante. A un niño de siete años puede emocionarle que Perico, al abrir la puerta, se encuentre con un dragón; pero a un niño de tres años le emociona ya bastante que Perico abra la puerta.” G. K. Chesterton
Hace ya unos meses que escribí el post : Yo tampoco quería ir al cole. En él os contaba por qué dejé la escuela tradicional y os prometí que os contaría la segunda parte de la historia, de cómo llegué a las pedagogías alternativas y lo que pasó después.
Pues bien, por el mes de abril de aquel año dejé aquella escuela y aunque en un principio quise dejar también la profesión, alguien más listo me dijo: ¿Por qué no buscas algo diferente? A ti te gusta ser maestra, lo que no te gusta son las formas. Existen otros métodos. Investiga.
Y eso hice. En septiembre comenzaba un máster de pedagogía Waldorf. Sonaba todo muy bien. Muy diferente a lo que yo conocía. Supuestamente más respetuoso. Era lo que yo buscaba y me inscribí.
Los primeros meses estaba fascinada. Visitamos la escuela y era preciosa. No había fichas, no había gritos, no había juguetes de plástico sino materiales de madera, casitas y toboganes dentro del aula. Me emocionaba de verdad al darme cuenta que había otra forma de educar que encajaba mucho más conmigo.
Pasó el tiempo y empezaba a descubrir que aunque el método tenía algunas cosas buenas no era perfecto. Nos hablaron de cómo era primaria en sus escuelas. Y aunque es cierto que no usaban libros de texto, sino que los creaban ellos, no dejaban de ser aulas en las que los alumnos estaban sentados mirando al maestro que es el que explicaba la lección. A través de cuentos, todo muy creativo y espiritual pero era el mismo perro con distinto collar. Los niños no dirigían su propio aprendizaje, seguía viniendo de fuera con un currículum inflexible y con nada de margen de improvisación. Había estado investigando en esa época sobre escuelas libres y sabía que existían modelos mucho más respetuosos con el niño y en los que de verdad eran ellos los que aprendían cada uno a su ritmo y en base a sus intereses.
En infantil, que era la formación en concreto que yo estaba estudiando todo era muchísimo más libre, es cierto. Los niños no tenían acceso a ninguna noción matemática, ni de escritura ni lectura durante esa etapa hasta los seis años. El día se basaba en el juego libre dentro y fuera del aula y en algunas propuestas de actividades como hacer pan, pintar, leer cuentos, cantar. Hasta ahí bien, hasta que llegaron las prácticas.
Durante el período de prácticas pude desencantarme del todo con el método. Veía repetidas las cosas de las que venía huyendo en la escuela tradicional, solo que ahora eran más sutiles. Castigos disfrazados de consecuencias, imposición a realizar actividades, rigidez ante los temas a tratar (solo se podían leer los cuentos tradicionales, cantar canciones de un solo tipo, usar ciertos colores para pintar y aunque un niño se mostrara interesado por los números, se le negaba el acceso a ese conocimiento). Todo esto bañado de una fantasía, llena de hadas, gnomos y príncipes que acabó por espantarme del todo y hacerme terminar el curso con una sensación amarga de que no me había servido casi para nada.
Por suerte, una compañera que estaba viviendo la experiencia de la misma forma que yo, me habló de un método que me iba a encantar y que nada tenía que ver con Waldorf. Montessori. Me apunté a un curso de iniciación de un fin de semana y muy rápido entendí que ese sí era mi sitio. Pero esa es otra historia y ya os la cuento otro día…

DEJAR LLORAR O LA INDEFENSIÓN APRENDIDA

“Cuando un recién nacido aprende en una sala de nido que es inútil llorar está sufriendo su primera experiencia de sumisión.” Michel Odent
La vuelta al cole está aquí a la vuelta de la esquina y con ella llegan los terribles períodos de adaptación. Terribles para los educadores pero sobre todo terribles para los más pequeños. Para hablar de este tema voy a contaros la historia de cuando me llamaron para trabajar en una escuela infantil y duré tres días porque no lo podía soportar.
Era agosto y la escuela tenía muy poquitos niños. Había uno nuevo, era bebé, tenía solo cuatro meses. Entré el primer día y el resto estaban viendo dibujos en la pantalla digital. El bebé lloraba sin parar. Lo cogí sin preguntar. Su profe no me dijo nada pero noté que no le sentaba bien. Ella mientras, estaba sentada mirando como los demás veían los dibujos. Yo cada vez que podía le cogía. El segundo día mientras yo estaba en el aula de al lado oía al bebé llorando en la cuna, solo, en una habitación. La profe decía que se tenía que acostumbrar así a dormir. Yo no podía soportar escucharle. El tercer día cuando entré, el bebé estaba en la hamaca mudo. La profe me miró y con cierto rintintín dijo: ¡Qué bien mi chico ya está adaptado, ya no llora! Salí llorando ese día y no volví más.
Eso no es adaptarse, es resignarse. Es aprender que llorar no me va a servir de nada en este mundo cruel, porque nadie me atiende. Es enseñarle desde muy pequeñito que no se queje cuando algo le haga sentir mal. Es decirle que sus necesidades no importan. Es mostrarle que no merece ser querido y atendido. Es todo eso y mucho más.
Por eso yo no dejo llorar a mi hija ni a ningún niño solo. Porque el llanto se inventó para algo. Los niños lloran para que los atendamos. No pueden hablar y es su única manera de comunicarse con nosotros. Puedo entender que en el aula es muy difícil atenderlos a todos, prácticamente imposible muchas veces, por eso insisto en que la escuela infantil no es el mejor lugar para un niño pequeño y eso nada tiene que ver con que las maestras lo hagan lo mejor que puedan.
Me parece indignante que se esté dando por hecho que los niños tienen que llorar unos días mucho hasta que se cansen y dejen de hacerlo. Que muchos padres y profes entiendan eso como normal cuando es horrible, me parece normalizar el sufrimiento. Hay que luchar por unos períodos de adaptación más largos donde los niños puedan vincularse con un nuevo referente, que aunque prefieran estar en casa, se sientan seguros en la escuela y que sepan que si lloran alguien los va a atender.
Y si tienes 20 y todos lloran y no puedes cogerlos ni atenderlos personalmente porque estás desbordado al menos acompaña, estate presente, diles que los entiendes, no los ignores ni los dejes llorando solos pero sobre todo lucha como puedas para que esto cambie.
¿Y qué es eso de la indefensión aprendida? Justamente lo que acabo de explicar. “Condición de un ser humano o animal que ha “aprendido” a comportarse pasivamente, con la sensación subjetiva de no poder hacer nada y que no responde a pesar de que existen oportunidades reales de cambiar la situación aversiva.” Ese bebé que ya no llora cuando quiere brazos será ese niño que le quitan un juguete y se queda parado, que le pegan y no se defiende. Y ese niño será el día de mañana un adulto que cuando abusen de él en el trabajo agachará la cabeza y no se quejará ante lo injusto.
Porque los niños que normalmente decimos que son muy buenos, que no pegan, que no se quejan y que obedecen a todo no son niños sanos, son los que ya han perdido toda capacidad de defensa, algo que es bastante grave y que empieza en la cuna.

LA TRIBU, O LA FALTA DE ELLA

 

“Par educar a un niño hace falta una tribu entera”. Proverbio africano.
Nunca antes en la historia las madres hemos criado tan solas. Creemos que estamos cansadas por culpa de los bebés, pero lo que cansa no es el bebé en sí, lo que cansa es cuidarlo sola, sin apoyos y tenernos que encargar no solo del bebé sino de todo lo demás.
Vivimos cada vez de una forma más individualista. Hemos pasado de vivir en tribus a no conocer ni el nombre de nuestra vecina de enfrente, que igual hasta tiene un bebé y está igual de sola que tú. Estamos solas, en nuestras casas que se vienen abajo, con un bebé que demanda toda nuestra atención y nuestra familia quizá está a cientos o miles de kilómetros.
Para cuidar hace falta que te cuiden y este sistema está montado para que nadie se ocupe de las madres. No hay apoyo económico, ni social que se encargue de la crianza, por lo que se vive desde una situación de estrés y cansancio.
Antiguamente las familias vivían juntas, cerca. Había redes de apoyo en la comunidad, en el pueblo. Todos cuidaban de todos y las abuelas, tías y vecinas se encargaban de las mamás. Cuidar a un bebé es un trabajo en sí mismo, como contaba en el post de Maternidad y feminismo y exige todo tu tiempo y atención. Si además de eso tienes que preparar la comida, poner lavadoras, comprar, atender hermanos si los hay… llega un momento que no puedes más. Es un trabajo 24 horas, sin desconexión. 

El tipo de crianza que escogemos también influye en esto. Como las madres no tienen apoyos y están cansadas, muchas veces se escogen estilos de crianza que no respetan las necesidades del bebé. Se deja llorar para que se acostumbren, no se les coge en brazos, se les tiene demasiado tiempo en tronas, hamacas y carritos. Los bebés pagan nuestra falta de tribu.
Además estar con un bebé aunque es una personita que te acompaña, no es compañía de la que necesitas. Las madres necesitan relacionarse con otras madres, estar con adultos, para compartir, para hablar, para apoyarse… porque somos seres sociales. Y estar en casa sola con un bebé 10 horas o más no es ni natural ni saludable. El bebé disfruta también de estar en tribu, de escuchar a los adultos hablar, del ambiente de comunidad. 
En la tribu mientras la mamá está dos horas con el bebé en la teta y el papá está cazando, la prima juega con el hermanito del bebé, la tía prepara la comida para todos, la abuela lava la ropa, la amiga charla con ella mientras da teta a su bebé también y después la hermana le tiene al bebé una horita para que ella pueda descansar.
Sí, lo sé, no vivimos en tribus, estaría bien para algunas cosas pero no, vivimos en la sociedad que nos ha tocado, para bien o para mal pero una puede buscarse su propia tribu, incluso aquí. La mía la encontré en las clases postparto, en los grupos de crianza, con las abuelas que cuidan a sus nietos en el parque (madres hay pocas), y hemos tejido una red que no es la tribu que soñamos pero ayuda, sostiene y hace de la crianza algo un poco menos difícil. Os animo a buscar la vuestra, a mi la mia me ha salvado.

NO PASA NADA

«Cuando empezamos a ser más conscientes de aquello que nos pasa a nosotros, nos es más fácil entender y conectar con el otro. Cuando comprendemos más al otro, también le podemos amar más.” Yvonne Laborda

No pasa nada, les decimos a los niños muchas, muchas veces. Cuando se caen, si se les rompe algo, si lloran por alguna cosa. Lo hacemos con la mejor intención, para restarle importancia, porque pensamos que así pasará antes pero sucede justamente al revés.
Imagina que te das en la pierna con el pico de la mesa y pegas un grito. ¿Qué te hace sentir mejor que te digan: oye no grites que eso no es nada o que te dgan: uff eso duele como te entiendo? Ahora imagina que has roto con tu pareja y estás llorando, ¿prefieres que te digan, ya pasó, ya está, vale ya de llorar, no es nada o que te abracen y te digan: llora lo que quieras, entiendo tu dolor, debes sentirte fatal?
Los niños como los adultos necesitan comprensión. El primer paso para ayudarles a desarrollar sanamente su mundo emocional es dejarles que sientan, y no juzgar ni ignorar sus emociones. Cuando nos reímos de sus miedos, nos enfadamos por sus llantos o ignoramos su tristeza, les estamos diciendo que sentirse así está mal. Decir que no pasa nada cuando para ellos sí que pasa es negar lo que están sintiendo.
A nosotros nos puede parecer una tontería el motivo de por qué lloran, pero lo que a nosotros nos parezca da igual. Para ellos es importante, están tristes y quieren que se les entienda. Además un niño que es comprendido saldrá mucho antes de su estado que uno que no. Si me pongo a llorar porque se me ha roto un juguete y mi mamá se ríe, me ignora o le resta importancia, eso no me ayudará a estar mejor. Porque encima de que estoy triste por mi muñeca rota, se suma que mi madre se ríe de mi o me ignora, lo que hará que me sienta aún peor.

Esto no quiere decir que tengamos que asustarle sé más o hacer un drama donde no lo hay, si un niño se cae y nos ve una cara de espanto será peor, pero eso no significa que debamos quitarle importancia a su dolor. Además con niños muy pequeños a veces sí que nos tocará distraerlos porque no pueden entender los límites o porqué no pueden tocar eso o abrir ese cajón.

En definitiva, acompañemos las emociones de los niños, pongámosle nombre y demos importancia a lo que les pasa. Porque no es lo mismo decir: no te pongas así, te he dicho mil veces que no te voy a comprar más chuches, que decir: entiendo que estés enfadado, sé que te encantan las chuches pero no puedo comprártelas porque no son buenas para ti. Es muy diferente. Su reacción también lo será. No dejarán de llorar de inmediato porque les comprendamos,eso está claro, pero os aseguro que no se sentirán igual. Probadlo y me contáis.

EL CHUPETE

«Lo peor no es que el pezón sea de plástico, sino el cuerpo que falta detrás del chupete” Casilda Rodrigáñez
Si eres madre y lactante seguro que has escuchado la frase de «te está usando la teta de chupete». Estamos tan sumamente desnaturalizados que esa frase la asumimos y nos parece normal. Vamos a ver, ¿qué vino antes, la teta o el chupete?, ¿no será que los niños usan el chupete de teta? Ver a un niño de dos años con chupete nos parece de lo más normal. Ver a una niña de uno tomando teta ya llama bastante la atención. Porque sí, hay que dar teta, sino te juzgarán, pero solo unos meses, si te pasas de eso, te juzgarán también. Está complicado el asunto. Pero ese es otro tema…
El chupete se inventó para comodidad de las madres. Los bebés demandan mucha teta, no solo para comer, también es contacto, calor, placer, relajación, olor… (por eso no tiene sentido dar teta cada tres horas). Y ante tanta demanda, que es agotadora, inventamos el chupete para ponernos las cosas más fáciles.
El chupete no es el demonio, es un recurso, para mamás que no dan pecho, para mamás que no quieren o no pueden con esa demanda o para cuando mamá no está. Yo lo he usado también varias veces hasta que Mia me dejo claro con seis meses que no lo quería escupiéndolo, en el coche por ejemplo, aunque luego descubrí que haciendo contorsionismo podía darle teta también (no cuando voy de conductora obviamente), pero el problema que veo no es su uso, sino su mal uso y su abuso. Me explico.
Cuando un bebé llora o se queja, puede ser por muchas cosas, pero lo primero es darle contacto, brazos. A veces basta con eso y se calman, a veces no quieren succión, ni teta, nada más quieren atención. Utilizar el chupete para no coger a un niño me parece un error, porque igual que no es lo mismo dejar a un bebé de meses tomarse un biberón solo, sí lo he visto, que dárselo, no es lo mismo utilizar un chupete en brazos, que dárselo cuando un bebé llora y no atenderle. Porque incluso el niño que sí está pidiendo succión, lo hace porque le relaja no el hecho en sí, sino estar en contacto con su madre o adulto de referencia. Por tanto el chupete sí, pero que no se convierta en un artilugio para cogerles menos, que a veces se nos va un poco la cabeza y ya hasta existen cunas que se mueven solas y en las que se graba la voz de la madre. ¡A ver qué más podemos inventar para no tener que atender a los bebés!
Por otro lado veo un abuso del uso del chupete, cuando veo a niños de dos o tres años jugando en el parque con un chupete en la boca. Una cosa es que el niño utilice un chupete para relajarse, para dormir, en brazos… como podría demandar el pecho y otra es que viva con un chupete en la boca, que además de deformarle la boca y dificultarle el habla podría ser señal de que algo está mal si necesita constantemente esa succión.
Y por último creo que cometemos otro error. Somos nosotros los que se lo damos, ellos no nos lo pidieron y luego nosotros decidimos cuando y como quitarlo. A veces de un día para otro, bruscamente, o incluso en algunas escuelas en un momento dado ya no lo dejan. El chupete es consuelo y quitarlo debería hacerse de una forma respetuosa y poco a poco como haríamos un destete y a la edad que se da naturalmente que es alrededor de los tres años.
En conclusión, ¿chupete? No tienes por qué usarlo, no lo necesitan, pero si decides usarlo que no sea para sustituirte, es un objeto, nunca podrá hacerlo.

LOS JUGUETES PARA BEBÉS

“Las manos son el instrumento de la inteligencia.” M. Montessori
Le compré una cosa superchula y ella jugaba con el papel. Lo hemos oído todos. Es una realidad y aun así seguimos llenando a los niños de juguetes a los que sabemos que apenas harán caso. Muchas veces por cumplir, porque nos hace ilusión a nosotros, nos hubiera encantado tener ese juguete de pequeños o no sabemos qué regalar. Pero un bebé no necesita juguetes. Es un gasto inútil. Y no solo eso, sino que los juguetes para bebés pueden incluso ser contraproducentes.
Los primeros meses apenas juegan, su juguete preferido es mamá y su mejor juego estar en brazos. Pero después empezamos a colocarlos en el suelo para que comiencen a moverse y cometemos el primer error. Les colocamos bajo móviles de colores que se mueven (gimnasios) que distraen al bebé de descubrir su propio cuerpo. Se quedan mirándolos en vez de cogerse los pies, jugar con sus manos y empezar a girarse para dar la vuelta.
Más tarde, les comenzamos a poner juguetes que llamen su atención para que se muevan. Pero os voy a contar un secreto, a los bebés no les gustan mucho los juguetes, un rato sí, pero no mucho. ¿Sabéis por qué? Porque son todos iguales.
Los niños descubren el mundo a través de las manos. Tocando los objetos, mirando, chupando… Y a los juguetes de bebés les pasa una cosa: son todos de colorines, huelen, saben, suenan y se sienten igual. ¡Son un rollo! Ellos quieren comprender la vida a través de los objetos y por eso les gustan tanto las cosas de verdad. Porque los materiales reales suenan diferente al golpearlos. La madera y el metal saben distinto. Una tela y una goma tienen diferentes texturas. Además, los juguetes tienen pocas opciones, a veces lo dan todo hecho.
Muchos juguetes para bebés suelen estar llenos de colores y sonidos. Pensamos que a los niños esto les encantará. ¡Hiperestimulación! Pero ocurre una cosa. Si el juguete se mueve y suena solo o dándole a un botón. ¿Qué más puede hacer el niño con él además de mirar? No fomenta el movimiento porque el niño se quedará parado mirando, no fomenta la creatividad ni la curiosidad por ver que puede hacer con él. Convierte al bebé en un ser pasivo ante el juego. No invita a mucho.
Los bebés juegan con el papel porque se puede romper, suena al estrujarlo, se estira, tiene muchas más posibilidades. Y también porque es algo nuevo, no como lo que hay dentro del paquete, que a lo mejor se parece muchísimo a otro juguete que ya tiene. Los niños necesitan cosas diferentes que permitan hacer cosas diferentes. El juguete estrella de mi hija por ejemplo, es mi cartera: cremallera, botones, sacar tarjetas, motricidad fina, descubrimiento, imitación, error, reto… lo tiene todo.
No digo que los juguetes sean el demonio. Además hay juguetes mejores y peores. Digo que no los necesitan. Que lo mejor que podemos ofrecerles a los bebés son cosas reales no peligrosas. El cesto de los tesoros y el juego heurístico son opciones que se utilizan mucho en escuelas infantiles y se basan en esto.
Dejarles a los bebés todo lo que se nos ocurra para jugar es la mejor forma de que desarrollen su inteligencia. Si un niño va a la escuela infantil o está en casa y encuentra cada día los mismos juguetes de plástico de colores prácticamente igual, lo que podrá aprender de ellos se verá muy limitado. Invito a padres y maestras a abrir los cajones de su casa. Hay un mundo entero ahí dentro por descubrir que les encantará. Y si eres minimalista como yo, no pasa nada, siempre puedes ir a casa de las abuelas, esas sí que están llenas de tesoros.

AMOR CONDICIONAL, AMOR CON CONDICIONES

«Es fácil amar a alguien cuando todo es perfecto. Mantener ese amor durante los momentos imperfectos es lo que lo hace un amor incondicional»

Si no te comes la verdura no hay postre.

Si sigues así te vas a quedar sin ir a la fiesta.

Si te pones pesado no te lo compro.

Si seguís sin hacer caso os quedáis sin patio.

Si me contestas te vas a enterar.

Si no recoges eso te lo tiro a la basura.

Si apruebas te lo compro.

Si no te estás quieto no venimos más.

Si no sabéis jugar nos vamos.

Si no me das un beso ya no te quiero.

Chantajes, amenazas, castigos, manipulación. Amor condicional. Amor con condiciones.

¿POR QUÉ MI HIJA NO VA A LA ESCUELA INFANTIL?

«Es antinatural que los niños vayan a la guardería y sus padres les vean solo dos o tres horas al día» Carlos González

Lo primero porque puedo y porque quiero. Esto lo quiero dejar claro porque respeto profundamente a los que no quieren quedarse en casa cuidando de un niño pequeño porque necesitan realizarse fuera en sus trabajos. Y obviamente soy consciente de que hay muchas personas que quieren y no pueden cuidar a sus bebés porque tienen que volver a trabajar para no ser despedidas, para llegar a fin de mes o por razones varias.
Yo he elegido quedarme con mi hija porque puedo. Como contaba en el post de: Yo tampoco quería ir al cole, al entrar en el mundo de la educación alternativa y de la crianza respetuosa cambió mi vida. No solo a nivel profesional sino también en lo personal. Hubo en cambio de consciencia respecto a muchos aspectos sobre como vivimos y a la forma de consumo que tenemos que me hizo cambiar y aprender a vivir con menos y necesitar muy poco. Y este cambio es, entre otras cosas, lo que me permite poder estar en casa con Mia.
Y lo he elegido porque quiero. Soy maestra de infantil y Madre de Día, con lo cual, me dedico a cuidar niños. Me gusta, me realiza y por tanto disfruto y obviamente prefiero estar con ella que con los hijos de otros aunque sea duro y cansado y nadie te pague por ello, pero ese es otro tema…
Pero además lo hago porque estoy convencida de que es lo mejor para ella. Al sistema le interesa que te pongas pronto a trabajar, a los cuatro meses exactamente. Cuando aún ni tu cuerpo ni tu mente están preparados para separarte del bebé. No lo digo yo, lo dice la evidencia científica. Criando no produces. Y entonces el sistema te ofrece las escuelas infantiles y te dice que son lo mejor. Hablan de conciliación y los partidos supuestamente más modernos hacen propuestas para hacer escuelas públicas desde los 4 meses. Conciliar no es dejar a tu bebé ocho o más horas en una escuela. Pero ese tampoco es el tema…
El tema es que nos hacen creer que lo mejor para el bebé es la escuela. Porque se inmuniza, porque socializa, porque le estimulan, porque así espabila, que sepa que no es el centro de atención… y demás cosas que he oído tantas veces ya que se acaban aceptando como verdades. Pero no son ciertas.
Los bebés tienen un sistema inmunitario que se está desarrollando. Exponerlos a un espacio cerrado lleno de virus es malo para su salud. Que un niño caiga enfermo cada quince días, con su respectivo antibiótico o medicamento no le hace más fuerte, sino todo lo contrario.
Si has estudiado algo sobre el desarrollo del niño de 0-3, sabrás que los niños más o menos hasta esa edad no socializan, no hacen juego simbólico, sino en paralelo. Es cierto que disfrutan de estar con niños, cosa que se puede lograr en parques y con la familia. Pero un niño que no ha ido a la escuela infantil no tiene problemas de socialización porque allí lo que hará será pelearse por un juguete, morderse, tirarse del pelo… no pueden hacer otra cosa. Además ¿es realmente socializadora la escuela? Otro día hablaré de ello…
Un niño que va a la escuela infantil no está más espabilado ni más estimulado que uno que no. Creo que se confunde estar espabilado con que un aula de 1-2 años con 20 niños que quieren lo mismo y falta de manos para atenderlos correctamente puede convertirse en la jungla y entonces prima la ley del más fuerte. Pero eso nada tiene que ver con estar espabilado. La estimulación es post para otro día también. De antemano digo: a los niños, a no ser que tengan problemas, no hay que estimularlos. Yo no hago nada para que mi hija aprenda, solo dejándoles material adecuado y libertad lo aprenderá todo sola.
Y si eres profe de infantil, también sabrás que es normal y saludable que el niño se sienta el centro de atención. No puede ser de otra forma, es madurativo. Hasta alrededor de los tres años no puede entender las necesidades del otro. Está en una etapa egocéntrica. Cree que el mundo gira en torno a él y necesita que así sea para desarrollarse, por eso es una locura que una persona esté sola para atender física y emocionalmente a veinte niños. No puede.
Y antes de acabar, repito que soy profe de infantil. Que me parece una profesión preciosa y necesaria. Que las maestras hacen una labor muy dura y muy poco reconocida. Que al final vivimos en un mundo en el que existen las escuelas, porque no todas las familias tienen las mismas necesidades ni las mismas opciones y me parece bien. Si les llevas como si no. Pero al menos, creo que ayuda mucho saber que no es una necesidad del niño, que no le hará más listo, ni más sociable ni más espabilado. Y teniendo esto claro, si decides escolarizar,  será más fácil encontrar una escuela que responda a sus necesidades de la mejor manera. Porque no, no todas las escuelas son iguales. Pero como os imagináis… eso también es otro tema y os lo cuento otro día.

LAS BAJAS IGUALES E INTRANSFERIBLES SON UNA MEDIDA MACHISTA

“Que la tramitación a ley de los permisos iguales e intransferibles haya sido aprobada por unanimidad total por todos los partidos del parlamento, es la prueba de que no es una medida con visos de cambiar nada fundamental, y desde luego no es en absoluto antipatriarcal ni anticapitalista” Patricia Merino
Se ha aprobado la propuesta de que la baja de paternidad sea de cuatro meses igual que la de la madre e intransferible, es decir, obligatoria. Se ha hecho en nombre de la igualdad y creo que la medida no puede ser más machista y adultocéntrica.
Porque da privilegios a los hombres y a las mujeres, que llevamos años pidiendo que aumenten la de maternidad, al menos hasta los seis meses que es lo que recomienda la OMS para las que eligen lactancia materna, no nos hacen ni caso.
Porque es meterse en la organización de cada familia a decidir lo que tienen que hacer. Otra vez diciéndoles a las madres lo que las hará libres y en nombre de la realización personal. ¿Y si a mí me realiza o me hace más libre quedarme cuidando de mi bebé que trabajando en una empresa?
Porque dicen que así las empresas contratarán igual hombres que mujeres. Eso va a seguir siendo igual, porque las que nos embarazamos, que no se olvide, somos nosotras, así que las empresas seguirán igual. Y si el problema es con las empresas, que tomen medidas hacia ellas, como incentivar que contraten mujeres embarazadas o penalizar que las echen, no contra las mamás y los bebés.
Porque dicen que eso es igualdad. Pero es que queremos equidad, no igualdad. Porque nosotras somos las que parimos y damos el pecho las que queremos y tenemos derecho a tener unas bajas dignas para hacerlo. Si se buscase la equidad, en vez de hablar de bajas de paternidad con un bebé de cuatro meses, se podría hablar por ejemplo de que el padre se cogiera esa baja en los años siguientes. La infancia es muy larga, hay que quedarse con el niño cuando está malo, llevarlo al médico, ir a reuniones escolares…
Porque se supone que todas las madres prefieren ir a trabajar que quedarse con un bebé de cuatro meses. Pues mira, habrá unas que sí y habrá otras que no. Pero legislar obligando a que te tengas que ir sí o sí, llorando y con el alma rota, es de todo menos feminista.
Porque nadie hace políticas sobre el cuidado de las personas mayores ni sobre quien limpia el baño o hace de comer y por eso nadie debería hacer política sobre quien cuida de los bebés.
Porque se está obviando completamente los derechos del bebé poniendo por encima el derecho de los adultos. El bebé tiene derecho a tomar el pecho y a estar con su figura primaria si esta así lo desea. Y aunque a muchas y muchos les pese, el bebé a quien necesita al principio es a su mamá o vínculo primario.
Porque seríamos el país de Europa con las bajas de paternidad más largas y las de maternidad más cortas. Otra vergüenza más.
Porque si fueran transferibles, como en los países más avanzados, cada familia podría decidir lo que mejor le conviene. 
Por todo esto estoy indignada. Abro debate.