“Es posible obligar a alguien a prestar atención, pero no se puede forzar a nadie a sentir interés” A. S. Neill (Summerhill)
Sofía tiene cuatro años, es la más pequeña de la clase, de diciembre. Se lleva un año con algunos de sus compañeros. Cuando entramos en clase, a primera hora de la mañana, durante la asamblea, Sofía no me escucha. Se dispersa con los juguetes de clase, juega con su amiga Andrea. No le interesa nada de lo que le estoy contando y ya he probado todo, canciones, juegos, incluso la pizarra digital pero Sofía solo quiere jugar. Igual no es su culpa, ni mía, sino de la asamblea. Sofía no quiere ir al cole.
La asamblea en mi cole era de una hora. Las hay de más y de menos tiempo. El que ha trabajado con niños alguna vez sabe que la atención de un niño de 3 a 6 años suele durar mucho menos que eso suponiendo que le interese lo que le estás contando.
La asamblea es de esas muchas otras cosas absurdas que tiene la escuela infantil. La asamblea es el espacio donde más se grita y se regaña a los niños para que nos escuchen porque necesitamos mantener el control. Las más «blanditas» cantamos, bailamos y hacemos el payaso para que no se nos disperse el grupo. ¿Realmente es esto necesario? No podemos callar, si dejas de hablar los niños comienzan a jugar y a hablar y claro, eso no lo podemos permitir. Veamos qué se hace en la asamblea.
En la asamblea damos los buenos días y solemos cantar todos los días una canción. Hasta ahí bien. Preguntamos qué tal están los niños y si alguno nos quiere contar su fin de semana. Alguno. No todos. Para un niño de cuatro años, escuchar lo que han hecho 27 niños el fin de semana es física y psicológicamente imposible.
Después solemos ver qué día es hoy, qué tiempo hace y quién ha faltado a clase. Aquí los niños ya han agotado su tiempo máximo de atención. El niño no necesita repetir todos los días si hace sol o está nublado, y si estamos en otoño o invierno. Le vasta con salir al patio y mirar el cielo.
Después de estas rutinas suelen venir otras actividades varias como los bits de inteligencia, tarjetas con dibujos para enseñarles vocabulario. Como si un niño necesitara ver un árbol en una foto para aprender lo que es. Enseñarles palabras a ellos que aprendieron a hablar solos… ¿Puede haber algo más aburrido? También están los juegos educativos, en los que hacemos preguntas, en los que mientras juega uno, los otros 27 se aburren.
En fin, un tiempo perdido, que todos quieren que acabe cuanto antes. Los niños para que los dejen en paz y puedan por fin irse a jugar. La profe porque no entiende por qué, con lo chulo que era el juego que había preparado, los niños no le hacen caso.
Si a los niños les apetece, está bien tener un momento de juntarse todos. Está bien que hablen en público, si quieren. Está bien cantar, si tienen ganas, todos juntos una canción. Pero todo lo demás está de más.
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