“Si un niño se “porta mal” es porque se siente mal” Rebeca Wild
Diego tiene cinco años, es de diciembre, de los pequeños de la clase, y es fan incondicional de Luis y Raúl que son de enero, tienen seis años y los líderes de la clase. Sí, en infantil ya hay líderes. Diego solo quiere hacer lo que ellos hacen y jugar a lo que ellos juegan. Pero Luis y Raúl no quieren jugar con él, le pegan, le insultan y se ríen de él porque es más pequeño. Jessica, su madre, viene a hablar conmigo, está preocupada. Hablo con la psicopedagoga del centro que me dice que hay que intentar que jueguen todos juntos, ¿se puede obligar a alguien a querer estar con alguien? Hablo con la mamá de Luis. Me dice que todo lo que le cuento que su hijo hace y dice a Diego son las cosas que a él le hace y le dice su hermano mayor. El bullying comienza en infantil y yo estoy perdida. Ah, Diego tampoco quiere ir al cole.
Diego ahora tendrá nueve años y espero que no abuse de otros niños más débiles que él ni que nadie se ría de él, le pegue o le insulte a diario.
Desde hace un tiempo la palabra bullying está en boca de todos. Los coles hacen protocolos antibullying, los padres hablan seriamente con sus hijos, y mientras algunos niños siguen sufriendo esta lacra día tras día que se lleva todos los años la vida de unos cuantos.
El acoso escolar, como la violencia machista, ha existido siempre, solo que ahora gracias a los medios lo escuchamos más. Aunque rápidamente queremos etiquetar a la víctima y al acosador, la cosa no es tan sencilla. El niño que acosa es víctima a su vez de otros y sólo está repitiendo patrones para poder sobrevivir.
Tenemos que empezar a cambiar la visión del niño que se porta mal. Un niño que se porta mal no se siente bien. El bebé que muerde a otro bebé en la escuela infantil quizá eche de menos a su madre y aún no sabe comunicarse, el niño que pega a su madre quizá está celoso de su hermano y no sabe expresarlo con palabras. El niño que acosa a otro es víctima también del sistema y está sufriendo.
Vivimos en un mundo violento y los niños reciben esa violencia de la televisión, de la calle y de nosotros. Cuando insultamos a la vecina, o al conductor del coche de al lado. Cuando les gritamos o insultamos a ellos o a nuestra pareja. Cuando nos reímos de alguien que sale en la tele. Todo lo ven y todo lo van a repetir. Los niños lo absorben todo, lo bueno y lo malo.
Detrás de un niño que hace bullying puede haber mil cosas, un padre que maltrata a su madre, un hermano que le acosa a él, una crianza muy autoritaria basada en el miedo. Al final ese niño se siente muy inseguro y necesita acosar a otros para volver a sentirse fuerte porque le han hecho sentir pequeño.

Por tanto, vamos a proteger siempre a la “víctima” , sí, pero no nos olvidemos de que el que acosa necesita también ayuda y que castigarle, regañarle, humillarle, no hará mas que hacerle sentir peor y eso empeorará el problema. Y no olvidemos que si los niños son violentos lo han aprendido de los adultos. Así que si hay un culpable aquí, somos nosotros.  

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