“Todos somos genios, pero si juzgas a un pez por su habilidad para trepar árboles, vivirá toda su vida pensando que es un inútil” Albert Einstein
Rober tendría unos once años cuando yo empecé a darle clases particulares. Era de los que suspendía varias asignaturas, le aburría profundamente el colegio y no prestaba atención a nada de lo que allí le contaban. Yo hacía lo que podía. Los profesores le dijeron a sus padres que tenía TDAH (hiperactividad con déficit de atención). Empezaba a estar de moda el diagnóstico. En el momento no me di cuenta, (yo era una adolescente que ni había comenzado a estudiar magisterio por aquel entonces), pero Rober no tenía ningún trastorno, lo que tenía era un don. ¿Cómo sino un niño supuestamente con problemas de atención, podía pasarse horas (literalmente) delante de un folio, y otro, y otro más, haciendo dibujos, con una calidad y un entusiasmo dignos de admirar? Ingenua de mí, cometí un error. Llegó justamente a mis manos un absurdo libro sobre como medicar a los niños con TDAH y tuve la brillante idea de dárselo a su madre. Ella, mucho más sabia que yo, me dijo que prefería no darle ninguna cosa a su hijo. Rober tampoco quería ir al cole.
Hoy Rober es un gran tatuador y gana premios en los concursos a los que asiste. Donde mucha gente vio un fracasado, había alguien con talento que no sólo tiene éxito sino que tiene algo de lo que muy poca gente puede estar orgullosa. Un trabajo que le apasiona. Esto fue posible gracias a unos padres que nunca le dieron mucho valor a las notas, que lo apoyaron siempre en su sueño y que vieron algo más en él que los profesores con los que se cruzó. Porque la escuela es válida para algunos, pero se puede cargar a muchos otros, y de esos solo algunos sobreviven. Rober fue un superviviente.
A lo largo de mi experiencia posterior como maestra de infantil, me volví a encontrar con muchos niños a los que se les había diagnosticado TDAH. algunos medicados. Es una auténtica plaga. Medicar a los niños (con los efectos secundarios que tiene) para que encajen en un sistema que no hace nada para que todos los niños encajen en él me parece un horror. Como hay niños que se mueven, se levantan, preguntan y molestan mucho, en vez de hacer una reflexión de cómo podemos ayudarles, les damos algo que los apacigüe y así todos podemos seguir haciendo las cosas igual de mal, sin que se note.
La comunidad científica está dividida entre los que creen que existe este trastorno y los que no. Yo me posiciono en contra de un trastorno que existe porque existe la escuela tal como es. Si se comprendiera que cada niño aprende de diferente manera, y que sus necesidades y aptitudes son distintas, dejarían de tener sentido las etiquetas y sólo habría que darle a cada uno lo que mejor le va.
Me puse bastante triste, cuando me enteré que Andrea, una antigua alumna mía, estaba siendo medicada. Fui a visitarla y ya no era ella. Me impactó. Sus padres estaban contentos porque en clase los profes decían que estaba mucho más tranquila. En verano no la medicamos, me dijeron, no hace falta. Esa frase lo explicaba todo. La medicación es para ir al cole, porque el problema no era de Andrea, es del cole.
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