DEJAD DE REGAÑAR

«No busques culpables, busca soluciones.»

Parece que casi todos tenemos bastante claro que pegar a un niño está mal, muchos sabemos que gritar y castigar también, pero hay algo que se hace continuamente, que me desagrada muchísimo y que no sirve para nada bueno, regañar.

¿A qué me refiero con regañar? A sermonear, a reprender el comportamiento de alguien. Lo hacemos no solo con los niños, también en relaciones de adultos y me parece horrible y que está demasiado normalizado.

¿Significa entonces que no hay que decir nunca nada a los niños, ni cuando creemos que se están equivocando? No es eso. Me refiero a las formas. No es lo mismo decir: «Se te ha caído el agua, mira cógelo así con las dos manos», que decir: «Ya has tirado el agua otra vez, ten cuidado». Es muy muy diferente. Que el vaso se haya caído ya es suficiente muestra de que nos hemos equivocado. Nadie se equivoca queriendo. A nadie le gusta que le hagan sentir mal por un error.

Vamos a hacer un ejercicio de empatía para ponernos en el lugar de un niño al que le regañan. Imaginad que en el trabajo te regaña tu jefe por algo que has hecho, te echa una charla, o que tu pareja en casa te regaña porque has dejado algo fuera de lugar. Y te dicen: «María, que desastre el trabajo que te pedí ayer» o ¨Luis te he dicho cien veces que no dejes eso ahí.» ¿Cómo te sientes cuando alguien te habla así? ¿Crees que eso te hace mejorar?

Cuando alguien te regaña no está buscando soluciones sino culpables. Está lanzando su odio hacia ti, no intenta mejorar la relación ni que mejores tú, solo quiere sentirse mejor haciéndote sentir mal.

Como decía al principio, no sirve para nada bueno. Decirle a un niño: «No se insulta, no se pega, no se hace eso… » sabemos que no sirve. Lo sabemos porque los niños siguen pegando, insultando o haciendo eso que nos molesta. Habrá que ver por qué hacen lo que hacen. Si tu frase empieza por «No se…» estás regañando. (Odio ese «SE» impersonal que usamos con los niños).

Para lo que sirve es para que el que ha sido regañado se sienta atacado y quiera defenderse. Acordaros del jefe. Nos regaña, ¿acaso pensaremos en hacer mejor nuestro trabajo? o pensaremos: «Le odio». Trabajaremos con presión y con miedo la próxima vez. Eso no nos hará mejores desde luego.

Si un niño me dice tonta, no sirve de nada que le diga eso no se dice. Lo primero es que el niño lo ha aprendido de los mayores, usan muy bien las palabras en el momento adecuado, igual que nosotros. Así que regañarle por algo que le hemos enseñado nosotros es cuanto menos, incoherente. Y lo segundo es que es su forma de decirnos que está enfadado. Enfadarme yo con él porque me ha dicho tonta es ponerme a su altura en una posición infantil. ¿De verdad tiene importancia que me diga tonta? ¿Me hace daño? ¿Qué tal decirle «veo que estás muy enfadado conmigo»? El respeto se gana respetando. Si es mayor podemos preguntarle ¿por qué me dices eso? por ejemplo, sin juzgar.

A lo que voy es que nos pasamos el día regañando, corrigiendo, desgastándonos y que eso hace que los niños se sientan peor. Y ya sabemos que un niño que se siente mal no se porta bien. Regañamos pensando que así se portarán mejor y conseguimos todo lo contrario. Si me equivoco y alguien me dice: «no te preocupes, nos pasa a todos» me anima a hacerlo mejor.

Cambiemos la forma en que nos relacionamos con los niños y ellos cambiarán. Y sí, ya sé que alguien pensará: ¡Qué locura, que un niño te llame tonta y no decirle nada! No me hagáis caso, decirle: Eso no se dice. Pero ya os lo digo, no os servirá de nada.

 

LOS MIEDOS

«El miedo es una oportunidad para ser valiente.»
Halloween está a la vuelta de la esquina y quería aprovechar la ocasión para hablar de los miedos infantiles y qué hacer cuando aparecen.
El miedo, como cualquier otra emoción es útil y nos ayuda en la vida. Sentir miedo prepara nuestro cuerpo para huir, pelear… ante un peligro. Este puede ser real o imaginario, pero lo que está claro es que la emoción es positiva y necesaria. Sin el miedo no hubiéramos sobrevivido como especie.
Pero como solemos hacer con otras emociones que consideramos negativas, la rabia, la tristeza… intentamos reprimirlas, que desaparezcan rápidamente, muchas veces porque es lo que hicieron con nosotros y muchas otras porque creemos que así conseguiremos niños más seguros y como suele pasar, ocurre completamente al revés.
Hay varios tipos de miedos. Los reales, miedo al fuego, a los animales…, miedos patológicos que nos bloquean y no nos permiten vivir, (los cuales hay que tratar con especialistas) y los miedos que les trasmitimos nosotros a nuestros niños.
Por un lado les contagiamos nuestros miedos absurdos. Si yo me tenso ante el acercamiento de un perro o de una araña, seguramente el niño hará lo mismo. Somos el reflejo donde se miran, si ven que algo nos da miedo, a nosotros, que somos los que debemos darles seguridad, ellos sentirán que eso que nos asusta ha de ser realmente peligroso. Por tanto intentemos en la medida de lo posible no transmitirles nuestros miedos.
Por otro lado somos los adultos muchas veces los culpables de generarles miedos no reales, con historias, dibujos, imágenes para las que no están preparados, diciéndoles cosas como «va a venir el señor y te va a llevar…». Luego cuando por la noche aparecen esos miedos no les permitimos vivirlos, no los acompañamos e incluso hay quien se burla o ignora.
Sea el miedo del tipo que sea, hay que aceptarlo y darle al niño seguridad. Como con cualquier otra emoción, si no dejamos que la viva, se quedará dentro. Pretender que un niño tenga menos miedo diciéndole cosas como: «que no pasa nada», «que eso no da miedo», «no seas tonto», «con lo mayor que eres»… conseguimos que el niño sienta que no está bien lo que siente, por tanto que él no está bien. Negar su emoción es negar lo que él es.
Tenemos que darles seguridad con nuestras palabras: «no te va a pasar nada, estoy aquí», y también empalizar con su sentimiento: «entiendo que esos ruidos te asustan, veo que te da miedo ese animal», poniendo nombre a la emoción y acogiendo a los niños siempre que lo demanden físicamente.
Muchas veces en nombre de la autonomía y la independencia, dejamos que los niños pasen miedo solos en su habitación. Esto no los hará más valientes sino más inseguros. El proceso para eliminar esos miedos es madurativo y lo vivirán de forma más saludable si sienten que tienen una base segura a la que acudir cuando aparezcan.
En fin, que disfrutéis mucho con los niños si celebráis esta fiesta, pero no olvidéis que los sustos y las bromas son para disfrutar, todos. Si un niño lo está pasando mal, no quiere hacer algo o llora, claramente no está siendo divertido. Respetemos a ellos y a sus miedo, evitemos cosas para las que no están preparados y acompañemos si aparece la emoción.
¡FELIZ HALLOWEEN!

 

LA AUTOESTIMA

“Amarse a si mismo es el comienzo de una aventura que dura toda la vida.” Oscar Wilde
Pensad en un bebé de un año. Si os pregunto si tiene la autoestima alta o baja ¿qué diríais? Alta ¿verdad? Porque la autoestima, aunque nos hagan creer lo contrario, no es algo que hay que crear en los niños, basta con no robársela.
Los niños nacen muy seguros de si mismos. Sin miedos absurdos, quieren comerse el mundo, se sienten el centro del universo… pero la realidad es que luego nos encontramos muchísimos niños de tres y cuatro años que han perdido todo eso, se sienten inseguros, necesitan la aprobación externa constante y decimos que tienen una baja autoestima. Es entonces, cuando queremos subírsela, animándoles, diciéndoles que son los mejores… y eso, como os imagináis, no sirve, porque de lo que se trata es de no quitársela.
La autoestima, como su nombre indica, es algo personal de cada uno. Nadie me la puede dar. Por ejemplo, si yo me siento fea, aunque vengan diez amigas a decirme que estoy preciosa, eso no hará que no me siga sintiendo fea. Porque que me sienta fea es MI autoconcepto y solo yo puedo cambiarlo. Esto no significa que no podamos ayudar a los niños a recuperar la seguridad en si mismos, sino que decirles que son geniales y los mejores no les hará sentirse así.

Entonces si los bebés nacen con una gran autoestima. ¿Por qué con los años la pierden, qué hacemos los adultos mal para quitársela? Pues básicamente no atender a sus necesidades primarias. Si yo lloro y mi madre me coge, el mensaje que recibo es que merezco amor, por tanto me quiero. Si yo lloro y mi madre no me coge, yo entiendo que no soy digno de recibir amor, por tanto no me quiero. Sencillo. Otro ejemplo, si yo me enfado y mi profe me rechaza, interiorizo que no soy una persona digna de amor, no me quieren por como soy, entonces no me quiero. Si mi padre me ignora cuando tengo una rabieta, pienso que no merezco atención, no me acepto.

Amar incondicionalmente a un niño, es lo que hará que se sienta seguro de si mismo. Saber que es digno de ser querido por como es y no por lo que hace o deja de hacer. Los castigos, insultos, humillaciones, desprecios que reciben los niños por sus comportamientos, les envían un mensaje de que si hacen eso, no se les quiere, por lo tanto ellos lo van a vivir como que algo en ellos no está bien. Esto no quiere decir que vayamos a dejarles hacer lo que quieran, se trata de quererles a pesar de que hagan cosas que no nos gusten.

La autoestima también tiene que ver con sentirnos competentes y esto tiene mucho que ver con la independencia y autonomía. Pensad en las personas que admiráis porque se muestran muy seguras, son personas que se sienten realizadas con lo que hacen, que tienen un sentido en la vida y son felices haciendo lo que hacen. Para sentirme bien conmigo mismo tengo que sentirme útil. Si no me dejan hacer nada, me lo hacen todo, toman todas las decisiones por mi, es imposible que yo me quiera.

Por tanto, si ya tenemos un niño al que le han quitado su autoestima, tenemos que quererle, quererle bien, aceptarle como es, incluso cuando se equivoque, responder a sus necesidades de atención, de tiempo de calidad, de cariño, de aceptación... y por otro lado darle responsabilidades, hacer caso a sus intereses, que encuentre cual es su sitio y pueda desplegar todo su potencial en él. Que pueda sentirse bien haciendo lo que le gusta.

Pero si queremos evitar todo eso, prevención. Si cuidamos de los bebés y no les robamos la gran autoestima que traen de serie, nos podremos ahorrar en el futuro muchos euros en terapias y libros de autoayuda, ahí lo dejo.

DEPENDENCIA/INDEPENDENCIA

 

“¡Todos queremos hijos independientes! Que se levanten y se acuesten cuando les dé la gana, que sólo hagan los deberes si les apetece, que decidan por sí mismos si quieren ir a la escuela, que se pongan la ropa que más les guste y que coman lo que quieran… ¡Ah, no! No ese tipo de independencia. Queremos que nuestros hijos sean independientes, pero que hagan exactamente lo que les digamos.” Carlos González
Criar niños independientes está de moda pero hay mucha confusión. Cuando decimos que queremos que sean independientes, en realidad lo que queremos decir es que sean autónomos, que sepan valerse por sí mismos, que se vistan, que coman solos… pero eso nada tiene que ver con la independencia que les estamos imponiendo.
Todos somos seres interdependientes y necesitamos de los demás para vivir pero un bebé muchísimo más. Un bebé es un ser completamente dependiente y pretender que no lo sea es pedirle peras al olmo, es algo imposible. Dejándole dormir solo llorando o no cogiéndole cuando lo pide, no genera independencia. Es cierto, el niño dejará de llamar a mamá, pero no porque no la necesite sino porque sabe que no va a venir. Es muy diferente y muy triste.
La autonomía, como pasa con muchas otras cosas en la educación, no se enseña, se adquiere por madurez. Lo único que tenemos que hacer es dejarles. Dejarles comer solos, aunque manchen, dejarles jugar solos y no dirigir su juego ni intervenir constantemente. Les imponemos cosas para las que no están preparados pero luego no les dejamos que tomen decisiones o que hagan cosas que quieren porque creemos que nosotros las hacemos mejor, vestirles, darles de comer o no dejarles trepar o subirse a ciertos sitios porque nos da miedo.
Pero es que mi hijo ya sabe hacerlo y aun así hay veces que no quiere. Bueno claro, como nos pasa a todos. Yo también se hacerme la cena, pero a veces estoy cansada y me gusta que me la hagan. Autonomía sí, pero con alegría. No se trata de obligar a que hagan cosas sino darles la oportunidad de que aprendan. Los niños pequeños quieren ponerse los zapatos, limpiar, cocinar y no les dejamos y años más tarde pretendemos que quieran hacerlo.
Pero volviendo a la dependencia. Existe un miedo. A que si respondo a todas las necesidades del niño, si le cojo mucho en brazos, si respondo cada vez que llora, será siempre un ser dependiente. Y no, lo cierto es que es todo lo contrario. Un niño que se siente querido y que es atendido se muestra más independiente porque sabe que si lo necesita su figura de apego va a estar ahí. Por el contrario, el que no ha tenido sus necesidades afectivas cubiertas, podrá parecer de primeras que es muy independiente, pero en realidad lo que le pasa es que ha desistido de pedir y por lo tanto, siempre será un ser más dependiente, de cariño, de contacto, de atención… demandando siempre aquello que no tuvo.
En conclusión, a los bebés, todo lo que nos pidan, brazos, consuelo, cariño, como la teta, a demanda. Y cuando empiecen a mostrar signos de autonomía, querer vestirse, querer comer solos, querer trepar, tomar decisiones… dejémosles, acompañémosles y nos estaremos asegurando una persona libre y autónoma. Porque la autonomía se aprende ejerciéndola.

LA VIDA ES DURA O LA FRUSTRACIÓN INNECESARIA

“Vivimos en una Sociedad, donde desde la más tierna infancia, se nos enseña a soportar la frustración. Existe la creencia generalizada, de que si no hay frustración marcada por los adultos, los bebés y los niños, no logran tener ningún límite a su demanda y como consecuencia, devienen en sujetos anti-sociales y no adaptados.” Yolanda González
Nos pasamos el día frustrando a los niños. Desde que nacen escuchamos frases como «no le cojas tanto que se acostumbra«, «no le des tanta teta que te usa de chupete» que no quieren decir otra cosa que: no respondas a sus necesidades primarias, contacto, alimento, succión… que se te subirá a la chepa y tienen que aprender, rápido y desde bien pequeños que la vida es dura.
Después los bebés crecen y seguimos frustrándolos. No le dejo eso, le pongo muchos límites y le digo a todo que no. Que aprenda que no todo puede ser, que la vida no gira en torno a él, es que la vida es así, tiene que aprender a frustrarse.
Efectivamente, la vida es dura y está llena de frustraciones. Y todos queremos que nuestros niños aprendan a tomarse las cosas bien y que no hagan un mundo de todo. Pero es que a tolerar la frustración no se enseña frustrando al niño. Lo que esto consigue es que el niño se enfade cada vez más porque verá el mundo como un lugar hostil donde nada puede conseguir. En cambio si veo que puedo lograr cosas, eso me hará una persona segura y por tanto que tolera mejor las frustraciones. (Hablaré próximamente del tema de la autoestima, que está muy relacionado con esto.)
El mundo está lleno de límites que el niño se va a ir encontrando a lo largo de su vida, hay muchas cosas que le frustrarán, la vida es de por sí bastante frustrante así que no necesita que añadamos ninguna más. Imagínate que en el trabajo cada vez que fueras a hacer algo no te dejaran, que te regañaran constantemente, que te castigaran, que constantemente te hicieran esperar… ¿Cómo crees que tolerarías la frustración en un entorno así?
Un niño al que apenas se le dice que no, que tiene sus necesidades cubiertas, aceptará mejor cuando algo no pueda ser, confiará más en el adulto y en su criterio que si no le dejamos hacer nada. Sentirá que él también es escuchado y aunque esto no nos libre de rabietas normales si ayudará a que sean en menor cantidad.
Decimos a los niños que tienen que esperar, muchas veces no queremos darles las cosas rápido con la intención de enseñarles, para que aprendan que no todo es YA. Y es lo mismo, los niños los tres primeros años están en etapa egocéntrica, con lo cual no entienden de esperar. A partir de ahí, y no de un día para otro, podrán cada vez esperar más y ser más pacientes. Es un proceso, que como todos, (control de esfínteres, andar, empatizar…) no se enseña, se adquiere con la madurez. No tenemos que hacer nada. Podemos darles las cosas cuando nos las pidan sin miedo a estar creando monstruos impacientes.
¿Significa esto que tenemos que darles todo a los niños y evitar cualquier esperar? Evidentemente que no. Hay límites que obligatoriamente tendremos que poner, pero son pocos (en el coche hay que abrocharse por ejemplo) y habrá veces que por circunstancias no podamos darles lo que quieren ya mismo, (la comida aún no está lista), pero eso nada tiene que ver con frustrarles o hacerles esperar con el propósito de que aprendan algo. Será además duro para ellos, agotador para nosotros y una gran pérdida de tiempo porque no habrá servido de nada. Bueno sí, les hará creer que la vida es más dura de lo que es en realidad y por tanto a tolerar peor la frustración, justo lo contrario de lo que pretendíamos.

DEJAR LLORAR O LA INDEFENSIÓN APRENDIDA

“Cuando un recién nacido aprende en una sala de nido que es inútil llorar está sufriendo su primera experiencia de sumisión.” Michel Odent
La vuelta al cole está aquí a la vuelta de la esquina y con ella llegan los terribles períodos de adaptación. Terribles para los educadores pero sobre todo terribles para los más pequeños. Para hablar de este tema voy a contaros la historia de cuando me llamaron para trabajar en una escuela infantil y duré tres días porque no lo podía soportar.
Era agosto y la escuela tenía muy poquitos niños. Había uno nuevo, era bebé, tenía solo cuatro meses. Entré el primer día y el resto estaban viendo dibujos en la pantalla digital. El bebé lloraba sin parar. Lo cogí sin preguntar. Su profe no me dijo nada pero noté que no le sentaba bien. Ella mientras, estaba sentada mirando como los demás veían los dibujos. Yo cada vez que podía le cogía. El segundo día mientras yo estaba en el aula de al lado oía al bebé llorando en la cuna, solo, en una habitación. La profe decía que se tenía que acostumbrar así a dormir. Yo no podía soportar escucharle. El tercer día cuando entré, el bebé estaba en la hamaca mudo. La profe me miró y con cierto rintintín dijo: ¡Qué bien mi chico ya está adaptado, ya no llora! Salí llorando ese día y no volví más.
Eso no es adaptarse, es resignarse. Es aprender que llorar no me va a servir de nada en este mundo cruel, porque nadie me atiende. Es enseñarle desde muy pequeñito que no se queje cuando algo le haga sentir mal. Es decirle que sus necesidades no importan. Es mostrarle que no merece ser querido y atendido. Es todo eso y mucho más.
Por eso yo no dejo llorar a mi hija ni a ningún niño solo. Porque el llanto se inventó para algo. Los niños lloran para que los atendamos. No pueden hablar y es su única manera de comunicarse con nosotros. Puedo entender que en el aula es muy difícil atenderlos a todos, prácticamente imposible muchas veces, por eso insisto en que la escuela infantil no es el mejor lugar para un niño pequeño y eso nada tiene que ver con que las maestras lo hagan lo mejor que puedan.
Me parece indignante que se esté dando por hecho que los niños tienen que llorar unos días mucho hasta que se cansen y dejen de hacerlo. Que muchos padres y profes entiendan eso como normal cuando es horrible, me parece normalizar el sufrimiento. Hay que luchar por unos períodos de adaptación más largos donde los niños puedan vincularse con un nuevo referente, que aunque prefieran estar en casa, se sientan seguros en la escuela y que sepan que si lloran alguien los va a atender.
Y si tienes 20 y todos lloran y no puedes cogerlos ni atenderlos personalmente porque estás desbordado al menos acompaña, estate presente, diles que los entiendes, no los ignores ni los dejes llorando solos pero sobre todo lucha como puedas para que esto cambie.
¿Y qué es eso de la indefensión aprendida? Justamente lo que acabo de explicar. “Condición de un ser humano o animal que ha “aprendido” a comportarse pasivamente, con la sensación subjetiva de no poder hacer nada y que no responde a pesar de que existen oportunidades reales de cambiar la situación aversiva.” Ese bebé que ya no llora cuando quiere brazos será ese niño que le quitan un juguete y se queda parado, que le pegan y no se defiende. Y ese niño será el día de mañana un adulto que cuando abusen de él en el trabajo agachará la cabeza y no se quejará ante lo injusto.
Porque los niños que normalmente decimos que son muy buenos, que no pegan, que no se quejan y que obedecen a todo no son niños sanos, son los que ya han perdido toda capacidad de defensa, algo que es bastante grave y que empieza en la cuna.

LA TRIBU, O LA FALTA DE ELLA

 

“Par educar a un niño hace falta una tribu entera”. Proverbio africano.
Nunca antes en la historia las madres hemos criado tan solas. Creemos que estamos cansadas por culpa de los bebés, pero lo que cansa no es el bebé en sí, lo que cansa es cuidarlo sola, sin apoyos y tenernos que encargar no solo del bebé sino de todo lo demás.
Vivimos cada vez de una forma más individualista. Hemos pasado de vivir en tribus a no conocer ni el nombre de nuestra vecina de enfrente, que igual hasta tiene un bebé y está igual de sola que tú. Estamos solas, en nuestras casas que se vienen abajo, con un bebé que demanda toda nuestra atención y nuestra familia quizá está a cientos o miles de kilómetros.
Para cuidar hace falta que te cuiden y este sistema está montado para que nadie se ocupe de las madres. No hay apoyo económico, ni social que se encargue de la crianza, por lo que se vive desde una situación de estrés y cansancio.
Antiguamente las familias vivían juntas, cerca. Había redes de apoyo en la comunidad, en el pueblo. Todos cuidaban de todos y las abuelas, tías y vecinas se encargaban de las mamás. Cuidar a un bebé es un trabajo en sí mismo, como contaba en el post de Maternidad y feminismo y exige todo tu tiempo y atención. Si además de eso tienes que preparar la comida, poner lavadoras, comprar, atender hermanos si los hay… llega un momento que no puedes más. Es un trabajo 24 horas, sin desconexión. 

El tipo de crianza que escogemos también influye en esto. Como las madres no tienen apoyos y están cansadas, muchas veces se escogen estilos de crianza que no respetan las necesidades del bebé. Se deja llorar para que se acostumbren, no se les coge en brazos, se les tiene demasiado tiempo en tronas, hamacas y carritos. Los bebés pagan nuestra falta de tribu.
Además estar con un bebé aunque es una personita que te acompaña, no es compañía de la que necesitas. Las madres necesitan relacionarse con otras madres, estar con adultos, para compartir, para hablar, para apoyarse… porque somos seres sociales. Y estar en casa sola con un bebé 10 horas o más no es ni natural ni saludable. El bebé disfruta también de estar en tribu, de escuchar a los adultos hablar, del ambiente de comunidad. 
En la tribu mientras la mamá está dos horas con el bebé en la teta y el papá está cazando, la prima juega con el hermanito del bebé, la tía prepara la comida para todos, la abuela lava la ropa, la amiga charla con ella mientras da teta a su bebé también y después la hermana le tiene al bebé una horita para que ella pueda descansar.
Sí, lo sé, no vivimos en tribus, estaría bien para algunas cosas pero no, vivimos en la sociedad que nos ha tocado, para bien o para mal pero una puede buscarse su propia tribu, incluso aquí. La mía la encontré en las clases postparto, en los grupos de crianza, con las abuelas que cuidan a sus nietos en el parque (madres hay pocas), y hemos tejido una red que no es la tribu que soñamos pero ayuda, sostiene y hace de la crianza algo un poco menos difícil. Os animo a buscar la vuestra, a mi la mia me ha salvado.

AMOR CONDICIONAL, AMOR CON CONDICIONES

«Es fácil amar a alguien cuando todo es perfecto. Mantener ese amor durante los momentos imperfectos es lo que lo hace un amor incondicional»

Si no te comes la verdura no hay postre.

Si sigues así te vas a quedar sin ir a la fiesta.

Si te pones pesado no te lo compro.

Si seguís sin hacer caso os quedáis sin patio.

Si me contestas te vas a enterar.

Si no recoges eso te lo tiro a la basura.

Si apruebas te lo compro.

Si no te estás quieto no venimos más.

Si no sabéis jugar nos vamos.

Si no me das un beso ya no te quiero.

Chantajes, amenazas, castigos, manipulación. Amor condicional. Amor con condiciones.

NO

 

Desgastamos el NO con los niños. Decimos más noes de los que necesitan, de los que pueden comprender, de los que pueden cumplir.
Ya desde que son bebés se lo decimos mucho, queremos que aprendan que hay cosas que NO y punto. Pero los bebés no pueden entendernos.
Mucha gente me ha dicho a lo largo de mi trayectoria profesional que sí te entienden, porque cuando van a coger eso que no deberían los niños te miran, como sabiendo que les vas a regañar, como retándote. Por favor, un bebé no te reta, a un bebé como mucho le hace gracia tu reacción y entonces lo repite, o se sorprende por tu cara de enfado y quiere comprobar si la vuelves a poner.
Y lo peor es que a veces sí parece que han aprendido y dejan de tocar ese jarrón de la mesa después de que le has regañado 20 veces. Pero no por comprender que no se toca eso que es delicado (es un bebé y no da para tanto), no porque es un niño bueno y obediente, sino por miedo, para agradarnos, porque ha visto que si lo hace se enfadarán con él o le gritarán y quiere evitar eso. Y obviamente, creo que ese no es el tipo de relación que queremos tener con nuestros niños.
Yo también digo que no muchas veces a mi hija de un año y en realidad no se por qué lo hago. No pretendo que aprenda nada, se que no lo hará. Lo digo que cuando hay peligros, porque hay cosas con las que no puede jugar porque son peligrosas, pero es mi tarea no ponerlas a su alcance y si aun así llegan a sus manos, la intento distraer y siempre se me escapa un NO que no es un reproche sino casi un no para decirme a mí misma que tengo que tener más cuidado la próxima vez.
Si un niño pequeño pudiera realmente entender el NO, no pondríamos protectores de enchufe, les enseñaríamos que eso no se toca y ya está. Sabemos que van a ir ahí por mucho que se lo digamos, así que la única opción es protegerlos. Pretender que no toquen cosas que están a su alcance es agotador y desgasta mucho. Además es una pérdida de tiempo.
Cuando ya no son tan bebés, seguimos con el no en todo momento. No te subas ahí, no hagas eso, no corras, no se hace eso. Sobran la mayoría. Deberíamos guardar los NO para cuando sean absolutamente necesarios. Para que tengan valor el día que realmente los necesitemos. Los NO que valen son los que les protegen, los demás suelen estar de más. Todos conocemos a niños que a todo les dicen que no y ya les da igual, la palabra ha perdido todo su significado.
Voto por más SÍ. SÍ puedes subirte ahí, yo me quedo aquí cerca por si te escurres. SÍ puedes correr, si te caes es normal, no pasa nada. SÍ puedes comerte otro bombón, estamos de fiesta. SÍ puedes saltar en el charco, luego te cambio de ropa. SÍ podemos quedarnos un rato más en el parque, ya pondré mañana la lavadora. SÍ puedes saltar en la cama, es divertido, a mí también me encantaba cuando era pequeña (con mi hermana una vez hasta partimos una madera del somier, pero no es nada grave y compensa).
Pensadlo, cuando nuestros niños se hagan mayores y echen la vista atrás todos los noes les pesarán, en cambio serán los síes los que recordarán y les harán sonreír.

9 MESES DENTRO 9 MESES FUERA O LA EXTEROGESTACIÓN

 

“El cuerpo de la madre es la mejor máquina jamás inventada: aporta nutrición, temperatura, glucosa, desarrollo cerebral, optimismo y salud con el mínimo coste” Nils Bergman
Mi hija ha hecho 9 meses. Los nueve meses se corresponden más o menos con la edad en que un bebé comienza a gatear y marcan un hito muy importante en el desarrollo del niño. Veamos por qué.
El bebé humano nace prematuro. Somos la única especie, en la que las crían nacen totalmente desvalidas y dependientes. No tienen nada de lenguaje, no pueden moverse ni desplazarse. Esto ocurrió gracias a que pasamos de movernos a cuatro patas a ponernos de pie lo que estrechó la pelvis de la mujer que junto a cerebros cada vez más grandes imposibilitaban un parto de un bebé más mayor.
¿Y a dónde quiero llegar con todo esto? A que los bebés necesitan para su correcto desarrollo seguir viviendo de la forma más parecida posible a la que tenían cuando estaban en el útero, ya que están inmaduros y su cerebro está terminándose de desarrollar.
¿Y cuáles son esas cualidades? Calor. Olor. Movimiento. Ruido. El bebé en el útero se encuentra siempre recogido y abrazado. Eso le da seguridad y bienestar, por eso no es capricho de los bebés querer estar en brazos. No les hemos acostumbrado a eso. No son unos listos porque reclaman eso una y otra vez. Es que lo tienen en sus genes y sirve para algo. Portear a un bebé en una mochila es la forma más cómoda para un adulto de poder ir con un bebé a cuestas. Todos los bebés se quejan cuando los dejamos en el carro y se callan cuando los cogemos en brazos. ¡No saben nada! Decimos irónicamente. Efectivamente lo saben todo.
En el útero también tienen comida a demanda. Las recomendaciones de hace años eran dar el pecho o el biberón cada tres horas e ir espaciando las tomas. Las nuevas recomendaciones hablan de darlo a demanda, es decir siempre que el niño quiera, lo más parecido a lo que sentía el bebé en la tripa.
Alrededor de los nueve meses los bebés comienzan a gatear y quieren estar menos en brazos y más tiempo descubriendo el mundo. Pueden seguir a mamá y desplazarse por sí mismos. Evidentemente esto no significa que ya no necesiten contacto, brazos, alimentación a demanda… sino que poco a poco irán hacia esa independencia que tanta prisa tenemos los adultos porque adquieran.
Podemos relajarnos, no los vamos a malacostumbrar, sino todo lo contrario. Les vamos a dar las mejores condiciones para que se sientan totalmente seguros el día de mañana y puedan volar, para que se desarrollen de la mejor forma posible. De lo contrario, estaremos consiguiendo justo lo que no queríamos, que el niño se vuelva más dependiente, que quiera compensar lo que no tuvo y se pasará el tiempo buscando ese contacto, ese calor, esos brazos que le faltaron, de todas las formas posibles y con las estrategias que tienen y que tan poco nos gustan, como llamadas de atención, rabietas y demandas constantes.
Démosles a los bebés lo que necesitan cuando son bebés y así no tendremos que preocuparnos por esos adultos que se pasen la vida buscando aquello que no tuvieron.